quarta-feira, 12 de maio de 2010

A janela

Una pareja de recién casados se mudó a un apartamento en un vecindario muy concurrido. La primera mañana en su nuevo hogar, después de haber hecho café, la joven esposa miró por la ventana y vio que la vecina colgaba las sábanas para secarlas. “¡Qué sabanas tan sucias! Quizá necesita comprar otro detergente. Debería ir a enseñarle cómo lavar adecuadamente.”, pensó. Cada dos días ella le murmuraba lo mismo a su esposo con desdén, mientras veía a su vecina colgar las ropas sucias desde tempranas horas del día.
Pasado un mes, una mañana la joven esposa vio con sorpresa que su vecina estaba colgando las sábanas perfectamente limpias. Ella exclamó:
- Mira, finalmente aprendió a lavar la ropa, me pregunto quién le habrá enseñado.
Y el marido contestó:
- Nadie la ha enseñado. La única diferencia es que me levanté temprano esta mañana y limpié los cristales de la ventana por la que contemplabas las sábanas de la vecina.
Limpiar el cristal es prescindir de prejuicios, de estereotipos, de consignas y de aviesas intenciones. Limpiar el cristal es saber analizar con rigor lo que sucede. Lo que nos sucede y lo que sucede a nuestro alrededor.
Es muy peligroso tener un filtro deformante. Y es más grave que ese filtro nos sea impuesto. Podemos creer que somos libres cuando lo adoptamos pero, lo cierto es que previamente nos han convencido de que esa forma de ver la realidad es la única objetiva, la única verdadera, la única honesta.
Miguel Santos Guerra